Conocí esta “hueca” en mis primeras semanas como universitario. Un amigo conocía un lugar “pequeño pero con unas hamburguesas buenísimas” y, lo mejor de todo, precios amigables con nuestra economía de estudiantes.

El local estaba ubicado a una cuadra del campus, en la calle José Tamayo (paralela a la avenida 12 de Octubre). Una pequeña puerta negra sin letrero escondía – y digo escondía porque dos veces pasamos de largo sin encontrar la hamburguesería- un local de no más de 5 metros por 10. Afuera, a modo de comedor, una carpa estilo militar con apenas 4 mesitas de plástico blanco y sus respectivas sillas, también de plástico; hueca clásica.

Había opciones: simples, dobles, con dos quesos, con un queso, más cola, sin cola, en combo, con papas. ¡Las papas! Sí algo me sedujo –dicen que a nosotros nos conquistan por el estómago- fueron las papitas con estilo artesanal; trozos grandes, como hechas en casa.

Un servicio rápido y por lo que vi, salubre. En 5 minutos estuvo lista nuestra orden. Había olvidado pedir que mi hamburguesa no tenga los famosos pickles. Un mordisco y… ¡me sorprendí! El sabor del encurtido no saturaba ni estorbaba, por primera vez estaba comiendo una hamburguesa con pickles y lo disfrutaba.

Así comenzó todo. En los 4 años de universidad he visto crecer este negocio. El local se mudó a una casa esquinera en la misma cuadra: un espacio amplio, con más mesas de plástico y hasta con baño.

Las opciones también crecieron. La última vez que visité este sitio -hace una semana nomás-, leí que ahora preparan hamburguesas con salmón. Por conservador y poco arriesgado no la probé; pero, ahora que escribo esto, estoy convencido que debo darle un intento a esta nueva opción. Quizás este local me sorprenda una vez más, como lo hizo un día con los ahora amados y siempre solicitados pickles.